La Logística Inversa siempre ha constituido un reto en materia de competitividad y rentabilidad para las empresas, principalmente en países en donde la infraestructura, la tecnología e incluso la normativa conjungan una verdadera barrera para que los programas de logística inversa se logren desplegar sin representar pérdidas a las compañías ni incrementar excesivamente el costo de los bienes o servicios al consumidor final.
Este enfoque de logística inversa busca que las empresas responsables de la producción y comercialización de bienes o servicios se hagan cargo también de lo que sucede con sus productos una vez han sido adquiridos por el consumidor final, es decir, llegando hasta el final del ciclo de vida del producto y haciéndose cargo de su disposición, manipulación y desecho o desmaterialización. Por supuesto, la mayoría de las industrias costean sus productos, definen sus precios y afinan sus operaciones con una perspectiva que llega únicamente hasta el momento de adquisición del consumidor final; agregar un despliegue logístico y operacional más allá conllevará necesariamente costos adicionales considerables, que bien tendrán que ir en detrimento de la rentabilidad del negocio, del precio al consumidor, o ambas.
Esto anterior, si la empresa se hace cargo de todas las operaciones de logística inversa y desmaterialización por sí sola. Afortunadamente, existen alternativas que no sólo soportan esas operaciones sino que además le dan un mejor uso a los productos o servicios que las empresas definen como obsoletos o no comerciales.
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